El deseo de perseverar no es suficiente para mantener a la mayoría de las personas cuando se encuentran cansadas o desanimadas.
17/12/2018 12:19
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La perseverancia marca la diferencia entre el fracaso y el éxito, se puede aplicar a todo lo que nosotros queramos, la familia, uno mismo, la empresa. Nos enseña algo y nos permite acceder a nuevas oportunidades.
Uno de los más grandes enemigos de la perseverancia es el negativismo, que nos induce a pensar que algo no se podrá hacer. Por ello debemos desechar esta creencia y convencernos de que se puede llegar a cualquier parte siempre que tengamos claro el objetivo y no nos detengamos hasta llegar a él. Por el camino se presentarán muchas dificultades, pero estas podrán ser superadas si somos perseverantes.
“Si crees que la vida es fácil y por ende el éxito se debe conseguir de la misma manera, prepárate para fracasar. También debes entender que fracasar es parte de vivir y que no por eso debes lamentarte, toma los errores como experiencias y levántate” enfatizó la Coach Life, Jean Carla Saba.
La mayoría sucumbimos a la pereza, la infravaloración estos son los mayores enemigos de la perseverancia, una forma de autosabotaje que nos aleja de la línea de meta. “Ahora no me apetece ponerme con eso”, “mejor ni lo intento, porque no lo voy a conseguir”, “lo dejo para mañana, o quizá pasado”…son latiguillos tan comunes como dañinos.
Formulamos excusas que justifican dejarlo todo en pausa, y recurrimos a nuestra zona de confort, en la que no tenemos que arriesgar ni tampoco perder nada. Así no tenemos que enfrentarnos a las consecuencias de nuestras acciones y decisiones. Resulta más cómodo así.
Admitir que hemos errado no es agradable, pero es necesario para tomar nota de aquello que no ha funcionado y ganar en versatilidad y humildad. Así, incluso cuando no da los frutos esperados, la perseverancia nos regala un gran aprendizaje: forja el carácter y nos ayuda a conocernos más a nosotros mismos, descubrir nuestros límites y aprender a escoger nuestras batallas.
Eso sí, hay que remarcar que existe una fina línea que separa la perseverancia de la terquedad. Depende de en qué situaciones, perseverar puede resultar un proceso desgastante y estéril que no justifica el esfuerzo y dedicación que requiere. Por lo tanto, es fundamental saber cuándo perseverar, hasta qué punto hacerlo y también cuándo es más beneficioso abandonar y centrar nuestras energías en otro proyecto distinto.
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