¿Quién fue Francisco y qué hizo? Falleció el Papa latinoamericano

Jorge Mario Bergoglio hizo historia desde el primer instante. Fue el primer papa latinoamericano, el primero del sur global, el primer jesuita en liderar la Iglesia católica y el primero en adoptar el nombre de Francisco. Su elección el 13 de marzo de 2013 marcó el comienzo de un pontificado que rompería moldes, desataría resistencias y dejaría una huella indeleble.

Desde el balcón de la Basílica de San Pedro, la noche de su elección, Francisco dio el tono de su misión: “Recemos por el mundo entero, para que haya un gran espíritu de fraternidad”. No fue un eslogan. Fue su plan de gobierno.

Un papado fuera del guión

A diferencia de sus predecesores, Francisco no venía del corazón del Vaticano. Nunca había vivido ni trabajado en Roma antes de asumir el cargo. Y cuando llegó, lo hizo con una visión pastoral que incomodó al establishment eclesiástico y político.

Rechazó el Palacio Apostólico para vivir en una modesta casa de huéspedes. Eligió zapatos negros comunes en lugar del tradicional calzado rojo papal. Habló sin filtros y reformó estructuras con un lenguaje más cercano a la calle que al púlpito.

Su agenda fue clara: pobreza, inmigración, medio ambiente, justicia social. Y lo hizo con un estilo directo, a veces desordenado, pero siempre cargado de humanidad.

Reformas con enemigos

Francisco heredó una Iglesia sacudida por escándalos financieros y sexuales. Reformó el banco vaticano, limpió las finanzas, cambió la constitución de la curia y rompió el hermetismo clerical. Por primera vez, un cardenal fue juzgado y condenado por delitos económicos en un tribunal vaticano. Y aunque algunos lo aplaudieron por su valentía, otros—especialmente desde sectores conservadores, en EE.UU. y dentro del propio Vaticano—no le perdonaron nunca su intento de reconfigurar el poder eclesiástico.

“Rezo para que no haya cismas, pero no tengo miedo”, dijo en 2019. No fue retórica. Fue aviso.

El papa argentino entendió que la Iglesia debía volver a su esencia: acompañar, no condenar. Permitió que los católicos divorciados vueltos a casar pudieran recibir la comunión. Bendijo a parejas del mismo sexo, escandalizando a algunos obispos. Condenó la pena de muerte, la posesión de armas nucleares y denunció con crudeza la desigualdad global: “Esta economía mata”.

Intentó que los católicos se sintieran escuchados: lanzó un proceso sinodal global para debatir el futuro de la Iglesia, incluidos temas antes intocables como el rol de las mujeres y el celibato.

El dolor de los abusos

Pero no todo fueron aciertos. Su gestión de la crisis por abusos sexuales fue, al inicio, errática. Defendió a acusados que luego resultaron culpables, como en Chile. Con el tiempo, rectificó, pidió perdón, impulsó leyes más estrictas y dio voz a las víctimas. Aun así, muchos creen que su respuesta no fue suficientemente firme.

Francisco no fue solo papa de los católicos. Fue voz global. Luchó por los migrantes, condenó la indiferencia ante los naufragios en el Mediterráneo y llevó refugiados en su propio avión. Denunció el cambio climático y habló de “pecado ecológico”. Fue el primer papa en pisar la península arábiga e Iraq. En plena pandemia, ofreció esperanza desde una Plaza de San Pedro vacía, bajo la lluvia, con una bendición silenciosa que recorrió el mundo.

Un líder auténtico

Francisco no fue un papa de dogmas, sino de gestos. No cambió doctrinas fundamentales, pero sí la manera de hablar con la gente. Humanizó el papado, incomodó a poderosos, abrazó a los olvidados. Terminaba cada reunión con la misma frase: “Recen por mí”.

Murió a los 88 años el 21 de abril de 2025. Muchos seguirán rezando por él, y por la Iglesia que intentó transformar.