01/07/2025 11:58
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En los últimos años, hablar de desarrollo sostenible ha dejado de ser un discurso reservado a foros internacionales o espacios académicos. Se ha convertido en una urgencia local, en una conversación que atraviesa comunidades, empresas, familias, autoridades y ciudadanos por igual. En Bolivia, ya no es extraño escuchar sobre sostenibilidad en la agenda pública o privada. Y esto no responde solo a una tendencia global, sino a una toma de conciencia profunda que está ocurriendo en nuestro país, alimentada por una sociedad que entiende —cada vez más— que el progreso económico y el bienestar social no son viables si se dan a costa del medio ambiente o de la exclusión de las personas.
La Agenda 2030, con sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), ha sido una brújula para múltiples sectores. Sabemos que enfrenta desafíos, que los plazos apremian y que no está exenta de críticas. Pero más allá de los nombres o formatos, lo esencial permanece: como humanidad, aspiramos a lo mismo. Queremos vivir en un país sin pobreza extrema, donde ningún niño se acueste con hambre, donde las mujeres y las niñas tengan las mismas oportunidades y donde el crecimiento económico no dependa de la degradación de nuestros recursos naturales. El desarrollo sostenible no es una narrativa romántica; es una forma real, concreta y estratégica de avanzar como sociedad.
Hoy, Bolivia tiene condiciones únicas para liderar una transformación sostenible. Contamos con una biodiversidad extraordinaria, un tejido empresarial en evolución, una juventud comprometida y una población cada vez más sensibilizada frente a los desafíos globales. Somos un país con potencial energético renovable, con saberes ancestrales que enseñan a vivir en armonía con la naturaleza, y con recursos naturales que, bien gestionados, pueden ser palanca de desarrollo y no de conflicto.
La sostenibilidad no es un freno para la productividad. Al contrario, hoy está demostrado que cuidar el medio ambiente impulsa la eficiencia, reduce costos, abre nuevos mercados y fortalece la reputación de los países. Políticas públicas como el Green Deal europeo, el modelo de economía circular en países nórdicos, o la transformación energética en Chile, Colombia y Uruguay, demuestran que es posible crecer protegiendo lo que nos da sustento. No son teorías: son estrategias con resultados.
He sido testigo directo del compromiso real y creciente del sector privado boliviano. Grandes, medianas y pequeñas empresas —de distintos rubros y regiones— están demostrando que se puede hacer empresa de manera responsable, apostando por modelos de negocios más humanos, resilientes y sostenibles. Esta transformación silenciosa pero contundente merece ser escuchada y potenciada.
Esta es una gran oportunidad para quienes asumirán la conducción del país en los próximos años: la sostenibilidad debe convertirse en el eje articulador del nuevo modelo de desarrollo de Bolivia. No se trata de añadir “capítulos verdes” a los planes de gobierno, sino de incorporar una visión de país que entienda que el bienestar social, la salud ambiental y el dinamismo económico son inseparables. La construcción de una Bolivia moderna, justa e inclusiva solo es posible si se coloca la sostenibilidad en el centro de las decisiones.
El momento histórico que vivimos brinda una oportunidad irrepetible. Estamos en plena era tecnológica, con avances acelerados en inteligencia artificial, energías limpias, movilidad sostenible y trazabilidad de datos. Si Bolivia logra articular estas herramientas con una visión de sostenibilidad, el impacto será extraordinario: ciudades más inteligentes, producción más eficiente, políticas públicas más transparentes y ciudadanos mejor informados. Este es el tipo de transformación que puede marcar un antes y un después.
En este nuevo escenario, los futuros gobernantes tienen en sus manos la oportunidad de impulsar una agenda país con visión de largo plazo. El desafío no es menor, pero el potencial es inmenso. Bolivia tiene talento, creatividad, recursos y una sociedad dispuesta a ser parte del cambio. Lo que necesitamos es decisión política, liderazgo con propósito y un marco institucional que promueva la articulación público-privada-comunitaria para lograr avances tangibles.
No hay desarrollo sin sostenibilidad. Y no hay sostenibilidad sin compromiso político y social. Los próximos años serán decisivos. Construir una Bolivia más equitativa, resiliente y sostenible no es una utopía. Es una posibilidad real. Y empieza con las decisiones que tomemos hoy.
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