Según un estudio de la Universidad de Northumbria, los síntomas del 30% de pacientes son peores tras el Covid
24/08/2020 17:30
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Según un reciente estudio de la Universidad de Northumbria, en Reino Unido, la pandemia del coronavirus está teniendo un impacto profundo y negativo en nueve de cada diez personas con experiencia en trastornos alimenticios, lo que preocupa en gran manera, ya que en muchos países la comida chatarra está como número uno en sus listas, en cuanto al consumo.
Si bien es evidente que el brote de Covid-19 está teniendo un efecto significativo en la población mundial, la investigación llevada a cabo por académicos del Departamento de Psicología de Northumbria muestra que la pandemia plantea desafíos adicionales y únicos para las personas con trastornos alimentarios.
El estudio se produce después de los llamamientos de la comunidad científica para investigar las consecuencias de la pandemia en la salud mental para los grupos vulnerables, como los ancianos y aquellos con afecciones mentales graves, incluidos aquellos con experiencia de trastornos alimentarios.
Además de crear conciencia sobre el impacto de la pandemia en las personas afectadas por trastornos alimentarios, los resultados tienen el potencial de influir en las futuras disposiciones, orientación y políticas de los servicios de salud.
Durante las primeras etapas del confinamiento por la pandemia en el Reino Unido, las doctoras Dawn Branley-Bell y Catherine Talbot encuestaron a personas de todo el país que actualmente están experimentando o en recuperación de un trastorno alimentario.
Los resultados sugieren que las interrupciones en la vida diaria como resultado del encierro y el distanciamiento social pueden tener un impacto perjudicial en el bienestar de una persona, y casi nueve de cada diez (87%) de los participantes informaron que sus síntomas habían empeorado como resultado de la pandemia. Más del 30% afirmó que sus síntomas eran mucho peores.
Los hallazgos indican impactos perjudiciales en el bienestar psicológico, incluida la disminución de los sentimientos de control, el aumento de los sentimientos de aislamiento social, el aumento de la rumiación sobre los trastornos alimentarios y la escasa sensación de apoyo social.
A través del análisis de las respuestas de los participantes, los investigadores encontraron que los efectos negativos pueden deberse a cambios en las personas: rutina regular, situación de vida, tiempo pasado con amigos y familiares, acceso al tratamiento, participación en la actividad física, relación con los alimentos y uso de la tecnología
Uno de los principales desafíos que enfrentaron los encuestados fue la reducción en la prestación de servicios de salud o las discrepancias en el acceso a los servicios de salud. Algunos informaron haber sido dados de alta prematuramente de las unidades de hospitalización, que se les suspendió el tratamiento o que continuaron en una lista de espera para recibir tratamiento y que recibieron apoyo posdiagnóstico limitado.
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