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Sin hacer ruido, este país árabe, seguro y hospitalario se ha convertido en el destino ideal si estás pensando en un viaje renovador. Reposados paisajes que conviven con la espectacularidad de Petra y el desierto de Wadi Rum y que, junto al espíritu pausado de sus gentes, son el antídoto a un estilo de vida acelerada.
Porque a Jordania uno llega con ganas de Petra y se va con una larga lista de "favoritos" insospechados. En este viaje hemos descubierto un país amable que atesora todo aquello que echamos en falta en nuestra ruidosa rutina: desde la serenidad absorbente de la blanca Ammán al tiempo suspendido en el desierto del Wadi Rum. Entre tanto, ruinas romanas epatantes, lugares bíblicos cargados de leyenda, el singular Mar Muerto y la ruta de Egeria, la noble gallega que cruzó el país a pie allá en el siglo IV.
La geografía que ahora ocupa este país, cuyas fronteras fueron dibujadas por un joven Churchill en 1019, fue la cuna de los nabateos, un pueblo de vocación comercial y responsables de la construcción de Petra, una de las 9 maravillas del mundo actual.
Si la vida acelerada te pide darte un respiro, es hora de reservarte una semana para visitar un país que invita a la contemplación, pero también a la conversación con acogedores locales, acompañados de un té.
JERASH, LA POMPEYA JORDANA
Ammán, la capital de las 7 colinas que no solo es punto de partida, si no destino en sí mismo y que reservamos para el último día. A sólo 50 km de Ammán se encuentra Jerash, antes llamada Gerasa. Allí nos espera una de las sensaciones más fuertes del viaje: es el segundo lugar más visitado de Jordania y enseguida lo comprendemos. Se trata de una de las ciudades romanas mejor conservadas de Oriente Próximo, que formó parte de las Decápolis en la época de Pompeyo. El impresionante conjunto arquitectónico se despliega en más de un kilómetro con restos de lo que fue una clásica ciudad romana construida sobre restos griegos y nabateos: un arco del triunfo en honor a Adriano da paso al recorrido en el que encontramos los restos de un hipódromo, cientos de columnas caídas y en pie, el cardo romano perfectamente visible desde el promontorio, el odeón, el anfiteatro, el templo de Artemisa (patrona de la ciudad) y un complejo de baños termales de los más grandes del mundo... Todo quedó destruido en el terremoto del año 749 y hasta hace unos 70 años no se comenzó a excavar y a restaurar los numerosos hallazgos arqueológicos que aún siguen saliendo a la luz.
LOS TESOROS DE JORDANIA: PETRA Y DESIERTO DE WADI RUM
No hay viaje a Jordania que no tenga los restos arqueológicos de Petra como principal atractivo y, aunque no es para menos, Jordania reserva rincones sorprendentes para el viajero que huye de las aglomeraciones. Por eso, a la hora de visitar Petra y tener una experiencia algo más solitaria, hacerlo "al revés" es una buena idea.
La ruta inicia en la primera gran construcción excavada en la piedra arenisca típica de Petra: El monasterio Ad Deir. Cincelado en la imponente roca, compite en monumentalidad y efecto epatante con el archi fotografiado Tesoro.
La ruta continúa descendiendo por el desfiladero, dejando a los lados tumbas excavadas, rocas de miles de colores derivados del rosa, atiborrados mercadillos de beduinos, un teatro en la piedra... hasta llegar al mausoleo más representativo del complejo arqueológico de Petra: El Tesoro o al-Khazneh, como lo conocían los beduinos, que creían que un faraón egipcio que huía había escondido un tesoro en la urna de la cima. Al llegar en sentido contrario, no descubrimos esta maravilla desde el Siq (el desfiladero) por eso hay que repetir la entrada para tener esa visión efectista que todos los turistas graban en sus móviles. A pesar de la presencia de turismo masivo, Petra posee la capacidad de dominar al ruido con siglos acumulados de silencio y abandono. Tras la marcha de los nabateos, esta ruta permaneció rodeada de silencio y misterio hasta que el suizo Johann Ludwig Burckhardt descubrió las ruinas y el desfiladero en 1812.
En el desierto de Wadi Rum nos espera la inmensidad, el silencio y un recogimiento gratificante tras el baño de masas de Petra. Este paisaje, característico por sus formaciones rocosas y sus colores rojizos ha sido escenario de numerosas películas y aunque los jordanos están cansados de la eterna referencia a Lawrence de Arabia, es imposible no pensar en Peter O'Toole cabalgando en camello por esta llanura entre las sombras de las sinuosas rocas. Este desierto impone un ritmo diferente al viaje; una parada necesaria para asimilar lo visto hasta ahora y una línea divisoria que ya adelanta el final del trayecto.
CUÁNDO Y CÓMO VIAJAR A JORDANIA.
Las mejores estaciones son primavera y otoño, con temperaturas suaves.
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