Con casi 10 años desde su aparición, las criptomonedas han aparecido en el mercado brindando la opción a los usuarios de tener un activo distinto al dinero. Pero su volatilidad hace de ellas un recurso inestable
29/03/2019 17:15
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El Bitcoin, desde su creación en 2009, ha logrado su objetivo de establecer una moneda digital capaz de registrar las transacciones y evitar el doble gasto sin un tercero centralizado y de confianza, como por ejemplo bancos comerciales o centrales. El Bitcoin, y otras criptomonedas establecidas desde entonces, han introducido nuevos mecanismos como pruebas de aceptación y la mejora de sus protocolos subyacentes para proporcionar funcionalidad adicional y permitir casos de uso no monetarios.
El mundo de las criptomonedas está cambiando y evolucionando rápidamente. Los innovadores y emprendedores son constantemente introduciendo nuevas criptomonedas, cada una de las cuales promete nuevas y variadas características para atraer a inversores y usuarios. En abril de 2018, había más de 1.500 criptomonedas, según coinmarketcap.com, junto con Bitcoin, Ether y Ripple son los más utilizados.
Esa volatilidad tiene su explicación. Las criptomonedas derivan su valor de mercado de su potencial para ser cambiados por otras monedas, para ser usados para pagos y para ser usados como un depósito de valor. A diferencia del valor de las monedas fiduciarias, que se basa en la política monetaria y en su condición de moneda de curso legal, las criptomonedas se basa únicamente en la expectativa de que otros también los valorarán y utilizarán. Dado que la valoración se basa en gran medida en creencias que no están bien ancladas, la volatilidad de los precios ha sido alta.
Probablemente, a partir de la insuficiencia como depósito valor, el efecto red de estas monedas se vean altamente cuestionadas, y existen serias dificultades para ser aceptados como medio de pago y afrontar deudas, u otro tipo de obligaciones, entre las partes.
Lo que sí puede suceder es que en un entorno de amplia conectividad, la información puede ser considerada como el bien más preciado -quién adquiere y qué adquiere- por lo que puede existir una tendencia reactiva hacia la mayor privacidad, y es ahí donde puede tener una respuesta las criptomonedas como sistema de cifrado que no deja rastro en las transacciones.
Sin embargo, por ahora, no estamos ante ese escenario. La tendencia es más favorable a que los agentes económicos prioricen en la toma de sus decisiones el depósito valor y el efecto red de una moneda a la privacidad que pueda ofrecer, lo que resta puntos para acercarnos a modelos digitales con monedas descentralizadas.
Las criptomonedas y la privatización del sistema de pago
Si los billetes y monedas han tenido su día, hoy, el público ya tiene la opción que no acceder a un medio de pago garantizado por el Estado, y, en consecuencia, puede darse que el sector privado controle en mayor medida la accesibilidad, los avances tecnológicos y la fijación de precios de los métodos de pago disponibles.
En la actualidad es difícil decir qué consecuencias podría tener esto, pero es probable que limite aún más el acceso financiero de los grupos de la sociedad que actualmente carecen de medios de pago distintos del dinero en efectivo.
La competencia y la redundancia en la infraestructura de pagos probablemente se reducirán si el Estado deja de ser participante. Esto es fácil de entender, si el estado reclama impuestos en euros, forzosamente el contribuyente deberá acceder y utilizar habitualmente esta moneda.
Hoy en día, el efectivo tiene un lugar natural como única moneda de curso legal. Pero la principal contribución de los activos de las criptomonedas es mostrar que la infraestructura financiera puede construirse de una manera nueva con tecnología de cadena de bloques (blockchain), contratos inteligentes y soluciones criptográficas.
Las mejoras técnicas y la globalización son acontecimientos positivos que aumentan nuestro bienestar económico colectivo. Solo podemos especular sobre qué nuevos servicios de pago pueden desarrollarse en el futuro. Pero hay varios desafíos por delante. Una cuestión clave a la que nos enfrentamos es si los bancos centrales pueden dejar de suministrar al público en general medios de pago garantizados por el Estado.
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