La especialista explica que muchos hábitos alimenticios están profundamente arraigados en la cultura boliviana y latinoamericana.
21/11/2025 14:51
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El colesterol y los triglicéridos son dos tipos de grasas fundamentales para diversas funciones del organismo, pero cuando se encuentran en niveles elevados pueden convertirse en un serio factor de riesgo para enfermedades cardiovasculares. Combatirlos de manera efectiva requiere una combinación de cambios en el estilo de vida, intervenciones nutricionales y, en ciertos casos, tratamientos farmacológicos supervisados por un profesional de la salud.
Para Marie Paulette Étienne Morales, médico, nutrióloga y docente de la carrera de Medicina de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz) sostiene que: “El cuerpo humano es una máquina extraordinaria, pero necesita el combustible adecuado y en la cantidad justa. El equilibrio es la verdadera receta para una vida saludable”.
La especialista explica que muchos hábitos alimenticios están profundamente arraigados en la cultura boliviana y latinoamericana, estas prácticas elevan los niveles de grasas en la sangre, aumentando el riesgo de enfermedades cardíacas.
Aunque el colesterol es esencial para formar membranas celulares y hormonas, cuando supera los niveles recomendados se acumula en las paredes de las arterias y forma placas que dificultan la circulación; este proceso, llamado aterosclerosis, puede desencadenar problemas como insuficiencia cardíaca o accidentes cerebrovasculares.
Un reciente estudio piloto sobre edición genética probó el uso de tecnología de edición del genoma (CRISPR-Cas9) para tratar pacientes con hipercolesterolemia grave, los investigadores lograron reducir en promedio un 50% el colesterol LDL (colesterol malo) y un 55% los triglicéridos, junto con una ligera disminución del colesterol HDL (colesterol bueno), sin efectos secundarios graves.
Esta estrategia, basada en mutaciones naturales que protegen contra el colesterol alto, podría convertirse en un tratamiento permanente y de una sola dosis, evitando la necesidad de medicación diaria; sin embargo, aún se requieren más fases de ensayo para confirmar su seguridad y eficacia a largo plazo.
Uno de los pilares más importantes es la alimentación equilibrada. Para reducir el colesterol considerado “malo”, es recomendable limitar el consumo de grasas saturadas presentes en carnes rojas, mantequilla, embutidos y productos ultraprocesados. A su vez, incorporar grasas saludables puede marcar una diferencia significativa.
“Las grasas saturadas presentes en alimentos fritos, en chips, papas y comidas fritas son muy difíciles de eliminar. Si encima usamos aceites reutilizados, como ocurre en muchos puestos de comida callejera, el daño es aún mayor”, explica Étienne.
El aceite de oliva, los frutos secos, las semillas y el aguacate aportan ácidos grasos monoinsaturados que favorecen un perfil lipídico más saludable. También son fundamentales los ácidos grasos omega-3, presentes en pescados como el salmón, la sardina y el atún, pues ayudan a disminuir especialmente los triglicéridos.
Un componente esencial de la dieta es el consumo de fibra soluble, presente en alimentos como avena, legumbres, manzanas y cítricos. Este tipo de fibra actúa como una esponja en el sistema digestivo, atrapando parte del colesterol y favoreciendo su eliminación. A su vez, reducir azúcares añadidos y harinas refinadas es clave para mantener los triglicéridos en rangos adecuados, ya que su exceso se convierte rápidamente en grasa circulante.
Hacer ejercicio de forma regular es un gran apoyo para una buena alimentación. Actividades como caminar, nadar, trotar o andar en bicicleta ayudan a aumentar las grasas saludables en la sangre y a reducir las que resultan dañinas. Se recomienda moverse al menos 150 minutos por semana, aunque dedicar más tiempo puede aportar beneficios extra, especialmente para quienes tienen sobrepeso.
Además de una buena dieta y actividad física, es importante mantener un peso adecuado, no fumar y controlar el consumo de alcohol. Beber en exceso eleva con facilidad la grasa en la sangre, mientras que fumar reduce las defensas naturales del organismo y acelera el desgaste de los vasos sanguíneos.
Cuando los cambios de hábitos no alcanzan, los profesionales de la salud pueden recurrir a medicamentos que ayudan a controlar el colesterol y las grasas en la sangre. Estos tratamientos siempre deben ser indicados y supervisados por un médico, ya que requieren revisiones para comprobar que funcionan bien y evitar posibles efectos no deseados.
También es fundamental realizar controles médicos de forma periódica. Un análisis de sangre cada año permite detectar desequilibrios a tiempo y decidir si es necesario ajustar la dieta, hacer más actividad física o comenzar un tratamiento. La prevención y el seguimiento constante son claves para cuidar la salud del corazón a largo plazo.
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