Hoy, el silpancho es un espectáculo y delicia en sí mismo.
01/09/2025 10:43
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Arranca septiembre y con él se enciende la identidad de Cochabamba, fiestas, música, cultura y, por supuesto, su inigualable gastronomía. Porque si hay algo que distingue a esta tierra del valle, es esa mesa generosa, servida siempre con cariño y abundancia. Y dentro de ese repertorio de sabores hay un plato que se ha ganado el corazón de propios y extraños: el Sillpancho.
Detrás de esta delicia, que hoy se sirve en cada rincón del país y es parada obligatoria para los visitantes, hay una historia que combina ingenio, tradición y hasta un poco de picardía.
Todo comenzó en las noches cochabambinas de antaño, cuando el hambre golpeaba después de la chichita. En esas madrugadas estaba Doña Celia La Fuente Peredo, una mujer luchadora que, para sacar adelante a su familia, preparaba bistecitos callejeros: carne asada acompañada de papas y algo de ensalada. Simple, rápido y contundente, como un buen “cura-cabezas”.
Con el tiempo, los clientes frecuentes pedían más. El plato se fue popularizando, hasta que un personaje de barrio cambió la historia.
Se trataba de Don Francisco Villarroel, profesor de la zona y cliente habitual, que con un par de copas encima solía bromear con doña Celia diciéndole: “Celina, dame tus silpas”. En quechua, silpa significa “delgado”, y la frase era casi un insulto. Una noche, harta de la burla, ella respondió: —“Aquí tienes tus silpas, Pancho”.
La combinación fue instantánea: Sil-Pancho. Y lo que nació como un regaño con humor, se convirtió en el nombre del plato más representativo de Cochabamba.
Hoy, el silpancho es un espectáculo en sí mismo, una cama de arroz blanco, papas sancochadas y luego fritas, coronadas por una carne golpeada y extendida hasta tapar el plato entero, huevos fritos y la infaltable ensalada de tomate, cebolla y locoto. Si no pica, no es cochala.
Más allá del sabor, el silpancho encierra la esencia de esta tierra, abundancia, cariño y creatividad. No es casualidad que haya nacido en Cochabamba, ciudad donde la comida no solo se sirve, se comparte como un gesto de amor.
En este septiembre, mes de aniversario, vale recordar que el silpancho no es solo un plato, es un símbolo de identidad. Porque cada bocado cuenta la historia de una abuela emprendedora, de un barrio que reía en las noches y de un pueblo que hizo de la comida una fiesta.
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