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Monseñor René Leigue: “El pecado más grande es ilusionar a un pobre y después no hacer nada por él”

Monseñor dijo que toda persona merece respeto y dignidad, y que la fe cristiana debe expresarse en gestos concretos de justicia y solidaridad.

28/09/2025 10:24

Foto: Leigue: El pecado más grande es ilusionar a un pobre y no ayudarlo
Santa Cruz

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En su homilía dominical, el Arzobispo de Santa Cruz de la Sierra, Monseñor René Leigue Cesari, reflexionó sobre la parábola del rico y Lázaro y abordó con fuerza tres realidades que interpelan a la sociedad y a la Iglesia: la situación de los pobres, el testimonio de los deportistas y el compromiso con la creación en el marco de la Semana de la Hermandad entre diócesis bolivianas y alemanas.

Monseñor Leigue recordó que la felicidad no puede vivirse de manera individual, sino en comunión con quienes carecen de oportunidades. “El problema no es la riqueza en sí, sino la indiferencia frente a la necesidad ajena. El hombre rico nunca tuvo en cuenta a Lázaro”, señaló, cuestionando un sistema que reproduce desigualdades.

En este sentido, fue enfático al afirmar que engañar a los pobres es aún más grave que la indiferencia: “Lo más doloroso, y sobre todo el pecado más grande, es ilusionar a un pobre y después no hacer nada por él”. Subrayó que toda persona merece respeto y dignidad, y que la fe cristiana debe expresarse en gestos concretos de justicia y solidaridad.

El Arzobispo también dirigió un mensaje a los deportistas, recordándoles que el verdadero valor del deporte no se mide en triunfos pasajeros, sino en la perseverancia y la coherencia de vida: “Quien va surgiendo no sabe quedarse en la parte alta, piensa que lo ha logrado todo y no persevera”. Invitó a los atletas consolidados a convertirse en referentes positivos y testimonio de fe para las nuevas generaciones, al tiempo que denunció la falta de oportunidades para muchos jóvenes que desean abrirse camino en el ámbito deportivo.

Respecto a la Semana de la Hermandad entre diócesis bolivianas y alemanas, Mons. Leigue pidió que este tiempo se viva como una oración activa por la creación y la casa común. Con tono crítico denunció la basura, los incendios y el deterioro ambiental: “A veces reclamamos de eso, pero ¿quiénes son los culpables? Somos nosotros”. Desde la fe, exhortó a asumir el cuidado de la naturaleza como expresión de compromiso cristiano: “Respetemos la naturaleza, el medio ambiente de donde vivimos, respetemos la casa común”.

La homilía concluyó con una invitación a perseverar en la esperanza de un mundo más justo y fraterno, confiando esta misión a la intercesión de la Virgen María.

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