El arco estaba bajo fuego, pero el pequeño ahí estaba, con los ojos encendidos, los músculos tensos y el coraje a flor de piel.
22/07/2025 13:04
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En una tarde que prometía goles, emoción y gritos de tribuna, el protagonista absoluto fue un niño, que jugaba de arquero que se convirtió en muralla, en sombra veloz y en héroe inexpugnable. Porque lo que hizo no se ve todos los días. Ni siquiera todas las temporadas.
¡Cuatro disparos seguidos! Cuatro balazos al corazón del arco, uno tras otro, con rabia, con precisión, con toda la artillería de la delantera rival. Y él... los detuvo todos. Se lanzó, se estiró, se revolvió en el aire como un felino con alas. Se levantó como un rayo y volvió a volar como si el tiempo se doblara a su voluntad. No había espacio, ni ángulo, ni oportunidad: la pelota rebotaba en su guante, en su pecho, en su alma.
El arco estaba bajo fuego, pero el pequeño ahí estaba, con los ojos encendidos, los músculos tensos y el coraje a flor de piel. Totalmente imparable defendía su portería con más que reflejos. Ni con toda la fuerza, ni con toda la técnica pudieron vencerlo.
Su instinto lo anticipó todo, su cuerpo responde como si tuviera memoria propia. Es un espectáculo, una clase magistral de lo imposible. Porque no es solo arquero.Y mientras siga ahí, bajo el travesaño, anotarle será solo un deseo… no una realidad.
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