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Caso Diego Fernández: Un testimonio podría cerrar el círculo tras 41 años de silencio

La propiedad donde fue encontrado Diego nunca fue vendida y, durante 41 años, la familia Graf convivió con la presencia de un cadáver enterrado a pocos centímetros de la superficie.

08/08/2025 14:52

Caso Diego Fernández: Un testimonio podría cerrar el círculo tras 41 años de silencio. Foto: Captura de pantalla
Argentina

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A más de cuatro décadas del crimen de Diego Fernández Lima, cuyos restos fueron hallados en el jardín de una casa del barrio donde alguna vez vivió el músico Gustavo Cerati, el fiscal López Perrando cree estar a un paso de cerrar un círculo que permaneció abierto desde 1984. El hallazgo ha reactivado una investigación que apunta a un excompañero de colegio de la víctima, Cristian Graf, hoy de 56 años, como posible autor del crimen.

En una audiencia virtual que se desarrollaba mientras se conocían las últimas novedades, declaraba desde el exterior un hombre que conoció a ambos en la adolescencia. “Es el testimonio que falta para cerrar el círculo”, remarcó el fiscal, convencido de que este relato podría confirmar que Fernández Lima se cruzó con Graf la tarde del 26 de julio de 1984, antes de desaparecer.

Según una hipótesis, Graf —entonces de 15 años— habría invitado a Diego a su casa, desviando así su camino hacia la parada de colectivo. Allí, presuntamente, lo habría atacado con un cuchillo y, con ayuda de otra persona, desmembrado el cuerpo para enterrarlo en un espacio reducido del jardín. “Es muy difícil que un adolescente solo haya podido hacer algo así”, coincidieron investigadores forenses.

Lo escalofriante no termina ahí, la propiedad nunca fue vendida y, durante 41 años, la familia Graf convivió con la presencia de un cadáver enterrado a pocos centímetros de la superficie. Hoy, en ese chalet, vive la madre del sospechoso.

Caso Diego Fernández: Un testimonio podría cerrar el círculo tras 41 años de silencio. Foto: Captura de pantalla

El hermano de la víctima, Javier, hizo una declaración que resonó con fuerza: “Si no se hubiera hablado de ‘la casa de Cerati’, yo me moría sin saber qué pasó con mi hermano. Le agradezco a Cerati y a los medios por ponerlo en agenda”.

Cristian y la víctima compartían un gusto por las motos. Diego tenía una, y Graf las reparaba. El contexto de la época —los últimos coletazos de la dictadura y una policía todavía atravesada por su cultura de silencio— favoreció la impunidad. En 1984, la denuncia de desaparición fue registrada como “fuga de hogar” y no se profundizó la investigación. Hoy, el paso del tiempo hace que el caso esté prescripto, por lo que no habría condena penal, aunque sí una eventual condena social si se prueba la responsabilidad.

Mientras la justicia define si la causa quedará en manos de López Perrando o pasará a un fuero de menores —por la edad del sospechoso al momento del hecho—, las excavaciones en el terreno vecino están detenidas.

El hallazgo, casual, se produjo durante una obra inmobiliaria. En apenas 60 centímetros de profundidad, entre las raíces de un cerco vivo, aparecieron los huesos de Diego, junto con objetos personales como un reloj y una moneda que sus amigos recuerdan como parte de su estilo juvenil.

Su madre, Irma, de 87 años, ya sabe que podrá morir conociendo el destino de su hijo, aunque quizá nunca vea justicia. “Buscaron a Diego 41 años y todo el tiempo estuvo ahí, bajo tierra, en el jardín de una casa”, resume con crudeza un vecino.

 

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