La fosa donde enterraron a Diego Fernández, fue cavada con apuro, junto a la pared que separaba ambas propiedades.
08/08/2025 10:44
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Durante años, Gustavo Cerati creó melodías inmortales en su casa del barrio porteño de Coghlan, sin imaginar que, tras la medianera, en el jardín del chalet vecino, reposaban los restos de un adolescente brutalmente asesinado y enterrado a poca profundidad.
El hallazgo fue realizado por el Equipo Argentino de Antropología Forense, que determinó que el cuerpo pertenecía a un joven de 16 años, de 1,77 metros de altura y calzado número 41. Presentaba un notable desarrollo muscular en los brazos, lo que hace suponer que practicaba deportes era ex futbolista de Excursionistas, su nombre era Diego Fernández.
La investigación reveló que el muchacho recibió una puñalada mortal a la altura de la cuarta costilla derecha y múltiples lesiones en brazos y piernas, compatibles con cortes de un serrucho. La fosa donde lo enterraron —de apenas 60 cm de profundidad por 1,20 m de largo y 40 cm de ancho— fue cavada con apuro, junto a la pared que separaba ambas propiedades.
Entre los restos se halló una moneda china de 5 yuanes, una pista enigmática que podría vincular al joven con un ciudadano oriental, aunque por el momento no hay registros de búsqueda o denuncias de desaparición que encajen con el perfil.
El fiscal Martín López Ferrando ordenó un análisis de ADN con parámetros antropológicos para determinar el origen geográfico de la víctima y la historia de una familia que nunca dejó de buscarlo, por cuatro décadas.
Mientras la ciencia y la justicia intentan reconstruir lo ocurrido, el dato impacta por su carga simbólica, mientras en una casa se escribían canciones que marcaron a generaciones, en la de al lado, el tiempo guardaba en silencio el grito de un adolescente asesinado.
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