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El sol y el viento no frenan sus sueños: niños hacen su tarea en plena Radial 26

Pero la historia de Eliseo conlleva un reto aún mayor. El niño tiene dificultades en el habla y requiere atención médica especializada que su madre no puede costear.

22/08/2025 16:38

La dura realidad de dos niños que hacen su tarea en plena Radial 26. FOTO: NTV/RED UNO. Montaje CHMF.
Santa Cruz de la Sierra, Bolivia

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En una transitada avenida de la Radial 26, cuarto anillo de Santa Cruz, dos pequeños se convierten cada día en ejemplo de esfuerzo y responsabilidad. Eliseo, de 9 años, y su hermano de 8, se sientan en la vereda con sus cuadernos abiertos, esquivando el sol, el viento y el ruido de los vehículos que pasan a su lado.

“Estoy haciendo mi tarea de matemática”, responde con inocencia Eliseo, el mayor, mientras sostiene su lápiz y sonríe tímidamente. No hay mesa, ni sillas, ni un lugar cómodo para estudiar. Lo que hay es determinación, disciplina y un profundo deseo de salir adelante.

Su madre, Flora Choque, de 30 años, los acompaña con orgullo y dolor. Vende gaseosas, energizantes, dulces en la zona para sostener a sus hijos, quienes no solo cumplen con la escuela, sino que también la ayudan en el día a día.

“Ellos venden chupetitos, caminan, me ayudan. Igual hacen sus tareas, van al colegio, se alistan y cumplen. Son responsables, mis únicos dos hijitos”, cuenta con la voz entrecortada.

El sacrificio empieza antes del amanecer. Desde su hogar en el Plan Tres Mil, Flora se levanta a las tres de la mañana para cocinar, alistar a los niños y emprender un viaje de casi hora y media en dos micros. Todo para que sus hijos no falten a clases y, a la vez, para poder trabajar.

Pero la historia de Eliseo conlleva un reto aún mayor. El niño tiene dificultades en el habla y requiere atención médica especializada que su madre no puede costear.

“Con el tiempo él se pone nervioso, no quiere ruidos, se tapa los oídos. Yo necesito un fonólogo, saber si es autista o no, porque a veces no sé cómo ayudarlo. Son gastos fuertes y yo sola no puedo. Su papá no me apoya”, confiesa Flora, al borde de las lágrimas.

A pesar de todo, Eliseo y su hermana no se rinden. Cada día, entre cuadernos, dulces y la esperanza de un futuro mejor, demuestran que la pobreza puede limitar recursos, pero no la voluntad.

Flora hace un llamado a la solidaridad. “Quiero que mi hijo esté sano, que lea, que hable. A veces no lo entiendo y eso me duele. Pido que me ayuden, por favor”, suplica con la voz quebrada.

Esta es la historia de una madre valiente y de dos pequeños que, con lápices y sueños, enfrentan la adversidad con la esperanza de que estudiar, incluso en la calle, les abrirá el camino hacia un mañana distinto.

 

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