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“No les importamos”: el llanto de un conductor que lleva una semana esperando combustible

Don Fausto Romero, de 72 años, lleva siete días en la avenida Ingavi esperando cargar combustible. Come pan del día anterior, duerme en la cabina y dice entre lágrimas que el gobierno se ha olvidado de los transportistas. 

04/11/2025 8:03

“No les importamos”: el llanto de un conductor que lleva una semana esperando combustible. Foto: Red Uno
Cochabamba, Bolivia

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Entre largas filas de cisternas, camiones y vehículos que se extienden por cuadras enteras, hay historias de sacrificio y abandono. Detrás de cada volante hay una persona que pasa días sin dormir bien, sin comer adecuadamente y soportando todo tipo de incomodidades.

Don Fausto Romero, de 72 años, es uno de ellos. Con la voz entrecortada y al borde del llanto, relató la dura realidad que vive desde hace una semana mientras espera su turno para cargar combustible en un surtidor de la avenida Ingavi, en Cochabamba.

“Yo tengo 72 años. Lamentablemente, digo con lágrimas, que el gobierno se ha olvidado de los viejos, de todos. Lloro porque estamos abandonando nuestras suertes, vivimos aquí. Este es nuestro segundo hogar. Yo diría hasta primer hogar, porque no llegamos a nuestra casa, no tenemos ropa para cambiar, no tenemos comida, no tenemos nada. Yo quisiera que el gobierno se sensibilice con nosotros”, expresó con impotencia.

Don Fausto sobrevive con lo poco que puede conseguir: pan duro, hojas de coca y agua. “Ya no hay quien se acuerde de nosotros. Por lo menos sería bueno que el gobierno venga, nos mande agua, algo de alimentación, algo pues, no nos da nada. No tenemos baño, no tenemos ducha, no tenemos nada”, lamentó.

Mientras tanto, el dinero se agota y la desesperación crece. Su objetivo es claro, cargar combustible para poder continuar su viaje hacia La Paz, entregar su carga y, finalmente, reencontrarse con su familia.

“Estamos abandonando a nuestra familia, a mis hijos, a mis nietos… mi esposa, todos están abandonados. Sí, me reclaman, como cualquiera, y sí, los extraño mucho”, dijo con la mirada perdida.

La historia de Don Fausto es apenas una entre cientos. Conductores de distintas regiones del país enfrentan la misma situación, jornadas interminables, falta de alimento, escasez de servicios y la incertidumbre de no saber cuándo podrán volver a casa.

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