Creyó que su teléfono tenía fallas porque no recibía respuestas. La verdad era otra, aún más dolorosa.
10/07/2025 10:03
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Aurora Hernández, una jubilada mexicana, protagonizó una historia tan desgarradora como reveladora. Durante más de un año creyó que su celular estaba dañado porque sus hijos no le contestaban los mensajes ni las llamadas. Desesperada por recuperar la comunicación, decidió llevar el teléfono a reparar. Lo que descubrió en la tienda le rompió el corazón pero también le devolvió un poco de esperanza.
Las cámaras de seguridad de una tienda en la Plaza de la Tecnología captaron el momento en que Aurora, con evidente preocupación, explica a un vendedor que su celular no funcionaba. El joven técnico, notando que la mujer no entendía mucho sobre el dispositivo, intentó aprovecharse de la situación y le pidió una suma exagerada por supuesta reparación. Ella, con humildad, respondió con tristeza: “No tengo ese dinero, yo lo que quiero es hablar con mis hijos”.
Frustrada, Aurora se retiró del lugar, pero su historia no pasó desapercibida. Desde el local vecino, un segundo técnico, al escuchar su angustia, se acercó a ayudarla. Le pidió su celular y prometió revisarlo sin cobrarle. La jubilada accedió y se marchó agradecida, sin imaginar la verdad que saldría a la luz.
Al revisar el equipo, el joven comprobó que el celular funcionaba perfectamente. La razón por la cual Aurora no recibía mensajes ni llamadas era mucho más triste, sus propios hijos la habían bloqueado.
Conmovido por la situación, el técnico decidió intervenir. Se contactó con uno de los familiares y le escribió un mensaje directo: “Hola, mucho gusto. ¿Aurora Hernández es tu mamá? Me trajo su celular a arreglar porque no funciona. Lo único que quiere es hablar con ustedes. No sé si lograré hacerle ese milagro”.
Días después, el milagro se hizo realidad. Aurora regresó a la tienda y, para su sorpresa, uno de sus hijos estaba allí esperándola. El técnico, con empatía, le explicó: “No entraban las llamadas”, ocultando el trasfondo real para no herirla aún más. Ella, emocionada y agradecida, le preguntó cuánto debía por el servicio. “No me debe nada”, le respondió el joven, quien con este gesto no sólo reparó un teléfono, sino un lazo familiar que parecía roto.
Como forma de agradecimiento, Aurora decidió comprarle algo en la tienda. No era solo un acto comercial, sino un gesto lleno de ternura y gratitud.
La historia de Aurora se ha viralizado en redes, generando una ola de reflexiones sobre la soledad, el abandono y la importancia de la empatía en tiempos donde muchos adultos mayores son ignorados por sus propias familias. Porque a veces, los celulares no fallan fallamos nosotros.
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