La acelerada transformación tecnológica ha evidenciado profundas desigualdades en el acceso a internet, dispositivos y competencias digitales, afectando directamente las oportunidades de aprendizaje, empleo y desarrollo social de los estudiantes.
24/12/2025 14:01
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Cerrar la brecha digital en educación es uno de los mayores desafíos de las sociedades contemporáneas, especialmente en países con economías emergentes como Bolivia. La acelerada transformación tecnológica ha evidenciado profundas desigualdades en el acceso a internet, dispositivos y competencias digitales, afectando directamente las oportunidades de aprendizaje, empleo y desarrollo social de los estudiantes. La educación, como un pilar de progreso, debe situarse en el centro de las estrategias para revertir esta exclusión silenciosa.
Fabiola Cadima, directora de la carrera de Ingeniería de Sistemas de la Universidad Franz Tamayo sostiene: “La brecha digital es mucho más que la ausencia de tecnología; es la exclusión que genera no poder acceder a internet, dispositivos tecnológicos o habilidades digitales”. Esta exclusión impacta de manera directa en las trayectorias educativas de niños y jóvenes, condicionando su futuro.
En este sentido, resulta clave comprender la brecha digital como un problema estructural y no únicamente técnico. No se limita a la ausencia de computadoras o conectividad. Implica también la falta de habilidades para usar la tecnología de forma crítica, creativa y productiva.
Educación digital y competencias tecnológicas clave para el aprendizaje
De acuerdo con la OCDE ((Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) y la UNESCO ((Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), la integración de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en los sistemas educativos debe entenderse como una competencia transversal, estrechamente relacionada con el desarrollo de las habilidades del siglo XXI, tales como el pensamiento crítico, la creatividad, la colaboración y la comunicación.
En esta misma línea, una revisión publicada en PubMed Central (PMC) señala que el uso adecuado de tecnologías digitales en la educación, especialmente en las áreas STEM, contribuye de manera significativa a aumentar la motivación del estudiantado, fomentar el trabajo colaborativo y fortalecer el pensamiento crítico, favoreciendo así aprendizajes más activos y significativos. Las habilidades técnicas clave son:
Alfabetización digital básica: Manejo de dispositivos, aplicaciones y navegación segura en internet.
Competencias en datos: Capacidad para interpretar, analizar y usar información digital.
Ciberseguridad: Conocer prácticas de protección de datos y seguridad en línea.
Inteligencia artificial y automatización: Comprender cómo funcionan y cómo aplicarlas en distintos sectores.
Uso de herramientas colaborativas: Plataformas de trabajo remoto, gestión de proyectos y comunicación digital.
Educación, inclusión digital y desarrollo económico sostenible
Por otro lado, en contextos rurales o de bajos ingresos, esta realidad restringe el acceso al conocimiento y limita la participación en la economía digital, ampliando desigualdades históricas. La pandemia dejó en evidencia que, sin infraestructura ni alfabetización digital, el derecho a la educación puede verse seriamente vulnerado.
La urgencia de cerrar esta brecha también ha sido destacada por organismos internacionales. El Foro Económico Mundial advierte que no basta con expandir la conectividad, sino que es necesario diseñar procesos inclusivos que consideren a todos los grupos sociales.
“Para alcanzar las metas de la ‘década digital’, aún falta un aspecto: considerar la inclusión como un indicador clave de desempeño en nuestros planes de digitalización”, sostienen desde la organización. Esta mirada es especialmente relevante para los sistemas educativos, donde la equidad debe guiar toda política pública.
La educación tiene un rol transformador en este proceso. Integrar competencias digitales desde edades tempranas, capacitar a docentes y actualizar metodologías pedagógicas son acciones indispensables. Cadima lo plantea con claridad al afirmar: “Debemos integrar las competencias digitales desde edades tempranas y de manera transversal en todos los niveles educativos”.
Esto implica no solo enseñar a usar tecnología, sino fomentar el pensamiento computacional, el uso ético de las herramientas digitales y habilidades blandas necesarias para un mundo interconectado.
Desde una perspectiva económica, la brecha digital también limita el desarrollo productivo. Orlando López, docente de Ingeniería Económica de Unifranz, explica que “el crecimiento económico está fuertemente influenciado por el conocimiento y la tecnología; estos factores serán determinantes para lograr el estado estacionario en un país”. Cuando la educación no garantiza acceso equitativo a la tecnología, se reduce la productividad y se frenan las oportunidades de innovación y emprendimiento.
Organismos como el Banco Mundial y la Unión Internacional de Telecomunicaciones coinciden en que la conectividad digital es un pilar del desarrollo moderno. Sin acceso a internet y formación digital, millones de estudiantes quedan excluidos de recursos educativos, servicios de salud y oportunidades económicas. La educación digital, por tanto, no es un lujo, sino una condición básica para la igualdad de oportunidades.
Cerrar la brecha digital en educación exige una estrategia integral: inversión en infraestructura de conectividad, acceso asequible a dispositivos, alfabetización digital en los sistemas escolares y alianzas público-privadas que potencien estos esfuerzos.
No se trata solo de reducir desigualdades, sino de construir un modelo educativo que prepare a los estudiantes para participar activamente en la sociedad del conocimiento. Apostar por una educación digital inclusiva es, en definitiva, apostar por un desarrollo más justo, competitivo y sostenible para el país.
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