En distintas entrevistas el expresidente uruguayo había solicitado ser cremado y que sus restos queden bajo el árbol, donde está su leal mascota.
14/05/2025 9:18
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A los 89 años, falleció José “Pepe” Mujica, el expresidente uruguayo que marcó la política latinoamericana con su austeridad, su lenguaje llano y una vida profundamente conectada con la tierra y los valores más simples.
Su último deseo no fue una gran ceremonia de Estado ni un mausoleo conmemorativo. Fue algo mucho más íntimo y simbólico: descansar eternamente en su chacra de Rincón del Cerro, junto a su inseparable compañera, la perrita Manuela.
Allí también fue enterrada Manuela, la pequeña mascota coja que lo acompañó durante años y que se convirtió en un símbolo de su filosofía de vida. Mujica ya había expresado en varias entrevistas su deseo de que sus cenizas fueran esparcidas en el jardín de su finca, bajo un árbol que él mismo plantó, justo donde yace su fiel amiga.
“Mi futuro destino está abajo de ese escollo, donde está enterrada Manuela”, dijo alguna vez con la ternura de quien habla no solo del fin, sino del regreso al origen.
El exmandatario dejó instrucciones claras: una despedida sencilla, lejos de homenajes fastuosos, coherente con su forma de entender la existencia.
“Sería bueno que Dios existiera”, afirmó en sus últimos días, reconociendo su agnosticismo con la humildad de quien nunca pretendió tener todas las respuestas, pero vivió como si creyera profundamente en la bondad humana.
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