La autoregulación debe ser nuestro escudo

El segundo parágrafo del artículo 107 de la Constitución Política del Estado es el elemento ordenador, a la hora de definir el deber ser de los medios de comunicación y de los hombres y mujeres que ejercemos el mejor oficio del mundo: el Periodismo: “La información y las opiniones emitidas a través de los medios de comunicación social deben respetar los principios de veracidad y responsabilidad. Estos principios se ejercerán mediante las normas de ética y de autorregulación de las organizaciones de periodistas y medios de comunicación y su ley”.

El tema surge en estos tiempos difíciles que están viviendo los medios de comunicación tradicionales que aún sobreviven al acoso político de gobiernos de turno, a nivel nacional, departamental y municipal, que con el fin de llevar agua a su molino, presionan: con la pauta publicitaria, impuestos, continuidad de licencias, entre otros, para tergiversar la verdad, crear narrativa de hechos inexistentes o simplemente evitar la fiscalización de quienes siempre, tenemos como misión principal: el servicio a la sociedad y ser la piedra en el zapato del poder.

Y también en momentos en el que los periodistas de tomo y lomo deben sufrir ante una avalancha de guerreros digitales, influencers, tiktokeros, brujos, viboreros, mariachis, comerciantes al vivo, misiólogos y hasta disjokeys que dicen ser “de la Prensa”, como lo dicen sus letreros que colocan en los parabrisas de sus vehículos para ser respetados por los agentes de Tránsito y por ahí pasarse un semáforo en rojo, sonriendo por tener tanto poder.

Porque vivimos una etapa de sobrevivencia en la que algunos periodistas que perdieron su trabajo deben “vender” sus notas a sus entrevistados o camuflar alguna cobertura interesada, sin importar las consecuencias

 Por eso surge la necesidad de volver a nuestras raíces y la autoreflexión que el periodismo, ya sea en los medios tradicionales o en la plataforma o red social que se difunda, debe tener normas éticas elementales que garanticen que evidentemente se realiza un periodismo con un fin social y no subalternizado a intereses oscuros.

Respetar los principios de veracidad y responsabilidad implica muchos desafíos que van desde apostar por tener la mirada de todos los ángulos de un mismo acontecimiento o de todas las verdades, porque la verdad absoluta resulta muchas veces, inalcanzable.

Porque el periodista o el medio que lo haga tendrá lo más preciado y pilar fundamental del periodismo: la credibilidad, que en suma implicará la confianza de la gente o de las empresas que buscarán publicitar en sus espacios.

La autoregulación debe partir inicialmente por nosotros los comunicadores y también está a cargo de las instituciones que acogen a los periodistas, siendo la de mayor representación, el Tribunal Nacional de Ética Periodística (TNEP) constituido en el principal órgano del Consejo Nacional de Ética Periodística (CNEP)* sustentado por la Asociación Nacional de Periodistas de Bolivia, Confederación Sindical de Trabajadores de la Prensa de Bolivia, Asociación Nacional de la Prensa, Asociación Boliviana de Radiodifusoras, Asociación Boliviana de Investigadores en Comunicación, Asociación Mundial de Radios Comunitarias y canales de televisión adscritos, que cada dos años eligen a cinco representantes, tres periodistas y dos personalidades de la sociedad civil, principalmente abogados.

 El megatribunal del TNEP ha emitido más de 100 resoluciones desde hace 10 años destinadas a regular el buen ejercicio del periodismo, por un lado, y por el otro, garantizar y evitar que las instituciones o los poderes, procesen en tribunales de la justicia ordinaria a periodistas profesionales, en el marco de la vigencia de la libertad de expresión y de prensa que consagra el artículo 106 de la Constitución Política del Estado. Y como decía el célebre pensador e inventor italiano, Leonardo Da Vinci, “No se puede tener mayor o menor control que el de uno mismo”, por eso es que nadie mejor que nosotros para poder juzgar nuestras acciones y ser nuestro escudo moral cuando pretendan atacarnos.