La partida del exdirector técnico de la selección nacional deja un vacío imposible de llenar en el fútbol boliviano. Su legado va más allá de las victorias: cambió la mentalidad de todo un país.
14/11/2025 8:59
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Francisco Xabier Azkargorta Uriarte, conocido afectuosamente como “el Bigotón”, llegó a Bolivia sin hablar nuestro acento y sin buscar fama ni fortuna. “Llegué por un corazón y no por un balón”, decía el técnico español, licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Barcelona, mostrando desde el primer momento su disciplina y compromiso, dentro y fuera del campo.
En su primera etapa, dirigió clubes como Oriente Petrolero, Sport Boys y Bolívar, consolidándose como un líder respetado. Con Bolívar alcanzó un hito histórico al llevar al equipo a las semifinales de la Copa Libertadores 2024.
El sueño imposible: clasificación al Mundial de 1994
Pero su nombre quedó para siempre en la historia cuando llevó a Bolivia a Estados Unidos 1994, la única clasificación directa de la Verde a un Mundial. Azkargorta transformó un grupo de jugadores sin fama mundial en un equipo capaz de competir al máximo nivel:
“Nos enseñó a entrenar con hambre, a competir con fe, a soñar con los ojos abiertos. Nos abrazó como hermanos, nos gritó como padre y nos guió como profeta”
Con su estrategia, su bigote y su corazón, rompió un “no se puede” que parecía incrustado en el alma del fútbol boliviano. Cada victoria no fue solo un paso en la tabla de posiciones, sino un acto de inspiración:
“El verdadero triunfo no fue una clasificación. Fue romper el ‘no se puede’ que llevábamos en el alma”. El camino no fue fácil. Desde los primeros partidos de la eliminatoria, Azkargorta trabajó con dureza y visión: “Cualquier cosa que queramos, no excusas. Cuando jugabas con Brasil o Argentina, ya pensabas cuántos goles te iban a meter. Nosotros jugamos al mismo nivel dentro y fuera de casa”.
La victoria contra Venezuela el 18 de julio de 1993 marcó el inicio de un cambio de mentalidad que culminaría en el histórico empate frente a Ecuador, asegurando la clasificación al Mundial.
El legado de un líder dentro y fuera de la cancha
Azkargorta no solo dirigió, inspiró. Recordaba a cada jugador con cariño y exactitud: Marco Sandy, Milton Melgar y Carlos Trucco como pilares de la disciplina; Marco Etcheverry como líder carismático; Erwin Sánchez como profesional serio; Carlos Borja como bromista; Julio César Baldivieso complicado pero querido; Luis Héctor Cristaldo, que necesitaba reconocimiento.
En 2012, ya viviendo en Santa Cruz con su esposa, volvió a la selección por el amor al país, no al fútbol: “No le podría decir no a Bolivia. Nunca vine por el fútbol, vine por el corazón”.
Además, trabajó en la formación de niños y jóvenes, conferencias motivacionales y consultoría deportiva, dejando una huella imborrable en la estructura del fútbol nacional.
El adiós del Bigotón
La madrugada del viernes 14 de noviembre de 2025, Azkargorta falleció a los 72 años tras una prolongada enfermedad. La consternación es profunda: jugadores, colegas e hinchas lamentan la partida de un hombre que cambió para siempre la historia del fútbol boliviano.
Hoy, cuando se recuerda aquel grito de gol, aquel pase perfecto, no pensamos en estadísticas. Pensamos en él, en su voz firme, su corazón gigante y su bigote eterno: “No solo nos llevó al Mundial, nos llevó a creer en nosotros mismos, y eso no se entrena, eso se inspira”.
El fútbol de Bolivia pierde a un maestro, un hermano, un profeta. Pero el país sigue celebrando cada sueño que hizo posible. Porque donde hubo imposibles, Xabier Azkargorta mostró que sí se podía.
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