Francisco convirtió su amor por el fútbol en un símbolo espiritual que traspasó fronteras y quedó inmortalizado en una vitrina del Vaticano.
22/04/2025 11:45
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El fallecimiento del papa Francisco, a los 88 años, marcó el fin de una era transformadora en el seno de la Iglesia Católica. Sin embargo, además de sus reformas y enseñanzas, dejó una huella única: un legado futbolero construido con fe, nostalgia y devoción. El Vaticano resguarda en sus pasillos un rincón especial que habla de su lado más humano: un espacio dedicado al deporte que lo acompañó desde niño, el fútbol.
Allí, entre vitrinas cuidadosamente organizadas, se encuentran camisetas, balones y trofeos que distintas delegaciones deportivas le obsequiaron durante su papado. San Lorenzo, el club de su infancia, ocupa un lugar central, con la camiseta con su nombre, los guantes de Sebastián Torrico y una réplica de la Copa Libertadores que conmemoró la histórica consagración del equipo en 2014. Pero también hay espacio para reliquias como la camiseta número 10 de Lionel Messi firmada por toda la selección argentina y un balón con el autógrafo de Mario Kempes.
Este pequeño “museo del fútbol” no fue solo un capricho de aficionado. Para Francisco, el deporte era una herramienta de unión social y una forma de transmitir valores como el respeto, la lealtad y la solidaridad. Así lo expresó en un emotivo encuentro con las selecciones de Argentina e Italia en 2013, donde incluso bromeó sobre las diferencias culturales entre ambos países y conmovió a Messi con sus palabras cargadas de orgullo nacional.
La pasión por el fútbol de Francisco no se apagó con su investidura. Al contrario, se convirtió en puente entre culturas, credos y generaciones. En cada balón conservado, en cada camiseta colgada, late el corazón de un Papa que nunca dejó de ser hincha.
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