Décadas de silencio, una familia destrozada y un padre que murió en 1991 sin saber la verdad.
11/08/2025 8:15
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41 años después de su desaparición, el nombre de Diego Fernández Lima vuelve a latir con fuerza, esta vez envuelto en la verdad que su familia buscó durante décadas: fue asesinado y enterrado en una casa del barrio porteño de Coghlan. El hallazgo, confirmado por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), reabrió un dolor que nunca cicatrizó.
Diego tenía solo 16 años cuando, el 26 de julio de 1984, salió de su casa en Bajo Belgrano y nunca más regresó. Hoy, el testimonio de Yoni Mesa, una de las últimas personas que lo vio con vida, cobra un valor determinante.
Mesa, quien compartía clases en la ENET N°36 de Saavedra, recordó con voz entrecortada esos minutos que marcaron para siempre su memoria: “El último día que lo vi, me dijo que iba a lo de un compañero de la escuela”.
Ese día, Diego había asistido a clases teóricas por la mañana, almorzó en su casa y más tarde se encontró con Mesa en el taller de la escuela. Allí, se sentaron a escuchar música, como tantas otras veces. Incluso, Yoni le propuso “salirse” de la clase, pero Diego respondió que 'no': iría a buscar tareas atrasadas a la casa de un compañero.
La versión de Mesa no coincidía del todo con lo que Diego le dijo a su madre antes de salir, que iba a lo de un amigo y luego al colegio, mientras comía una mandarina. Cuando esa noche Diego no volvió, Mesa fue claro: “Yo dije que había estado conmigo ese día, pero no supimos nada después”.
Décadas de silencio, una familia destrozada y un padre que murió en 1991 sin saber la verdad. Ahora, la investigación apunta a un excompañero de escuela, Cristian Graf. Para Yoni, la noticia fue devastadora: “Me cayó como un balde de agua fría todo esto. Nunca se supo qué pasó con Diego”.
Hoy, la pregunta ya no es “¿dónde está Diego?”, sino “¿quién lo mató y por qué?”. Y el relato de Yoni Mesa se convierte en un eslabón clave para reconstruir las últimas horas del joven jugador de Excursionistas, amigo, hijo y hermano.
El caso de Diego Fernández Lima no es solo una historia de crimen e impunidad. Es un recordatorio de que la memoria y la verdad no prescriben, y de que la justicia aún tiene una deuda pendiente.
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