Aunque muchos temen la desaparición de puestos laborales, el verdadero reto está en algo más profundo: adaptarse y desarrollar nuevas competencias.
31/12/2025 15:53
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La inteligencia artificial (IA) es uno de los principales motores de transformación económica y social del siglo XXI. Su avance acelerado ha despertado temores sobre la posible desaparición de empleos, pero también ha abierto un debate más profundo y necesario sobre: cómo prepararse para un mercado laboral que cambia constantemente y que demandará nuevas competencias, perfiles profesionales y formas de aprender.
“La IA es una herramienta que ha llegado a cambiar las cosas, automatizando procesos y facilitando tareas, pero todavía existe una parte humana, personal y emocional que la IA no puede replicar”, afirma Andrea Henao, docente de Administración de Empresas de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz).
La historia demuestra que la tecnología no destruye el trabajo, sino que lo transforma, y la IA no es la excepción. Tal como ocurrió durante la revolución industrial o la llegada de Internet, la automatización inteligente redefine tareas, optimiza procesos y genera oportunidades inéditas. En este contexto, resulta clave comprender que el verdadero desafío no es la tecnología en sí, sino la capacidad de las personas y de las instituciones educativas para adaptarse a ella.
“La inteligencia artificial llegó para quedarse y aquellos que se unan a la vanguardia serán los que lideren la transformación en el mundo laboral lleno de posibilidades”, señala Rafael Vidaurre, coordinador del Observatorio Nacional del Trabajo (ONT)
Las cifras internacionales refuerzan la urgencia de este debate. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que el 40% de los empleos a nivel mundial está expuesto a la IA, porcentaje que se eleva al 60% en economías avanzadas.
Sin embargo, estos datos no deben leerse únicamente desde una lógica de amenaza. El Banco Mundial advierte que el impacto final dependerá de las políticas públicas, la educación y la capacidad de los países para integrar la IA como un complemento del trabajo humano y no solo como un reemplazo.
Las habilidades cobran mayor relevancia frente a la IA
Las competencias esenciales cobran un valor central en un entorno marcado por la inteligencia artificial. El pensamiento crítico y analítico permite evaluar los resultados que ofrecen los sistemas de IA y detectar posibles errores o sesgos. La creatividad sigue siendo clave para generar ideas innovadoras que las máquinas no pueden reproducir por sí solas.
A esto se suman la resiliencia y la adaptabilidad, necesarias para enfrentar cambios constantes en los roles laborales. El liderazgo y la influencia social facilitan una colaboración efectiva entre personas y tecnologías dentro de los equipos de trabajo.
Por otro lado, las competencias técnicas y las habilidades emergentes complementan este perfil profesional. La alfabetización en IA y datos implica saber formular instrucciones adecuadas, interpretar métricas y manejar riesgos éticos.
El manejo de sistemas de IA y una buena administración aseguran un uso responsable, cuidando la privacidad y la transparencia. El pensamiento sistémico ayuda a integrar la tecnología considerando impactos sociales y ambientales. Además, ganan relevancia la interpretación de datos en tiempo real, el pensamiento anticipatorio y la comunicación adaptada a distintos contextos y audiencias.
La universidad asume un rol estratégico ante la IA
En este escenario, la universidad adquiere un rol estratégico. Ya no basta con transmitir conocimientos técnicos tradicionales; hoy se vuelve imprescindible formar profesionales con pensamiento crítico, habilidades digitales, capacidad de adaptación y aprendizaje continuo.
“Siempre que una nueva tecnología emerge, se abren puertas para la aparición de nuevos trabajos. Lo importante va a ser poder adaptarse”, sostiene Sergio Valenzuela, docente de Ingeniería de Sistemas de Unifranz y experto en IA. Esto implica actualizar planes de estudio, fomentar la interdisciplinariedad e incorporar el uso responsable de la IA en el aula.
Lejos de eliminar el empleo, la IA está impulsando la creación de nuevos perfiles laborales. Organismos internacionales como el Foro Económico Mundial y empresas tecnológicas anticipan la demanda de entrenadores de IA, analistas de datos, ingenieros especializados, asesores de ética digital, profesionales de la salud asistidos por IA y creadores de contenidos inmersivos, entre otros.
Estas ocupaciones confirman que el trabajo del futuro combinará habilidades técnicas con capacidades humanas como la creatividad, la empatía y la comunicación.
Desde la gestión académica, también se enfatiza la necesidad de un cambio de enfoque. Pedro Sáenz, vicerrector de Unifranz y director del ONT, sostiene que la IA debe entenderse como una aliada para optimizar tareas repetitivas.
“Tenemos que verla como una oportunidad, en el sentido de que obliga a las personas a capacitarse en cosas más puntuales y específicas. Los trabajos rutinarios vienen siendo desarrollados por máquinas que no requieren mucho del aporte humano”, explica. En este sentido, formar profesionales que sepan trabajar con la IA, y no competir contra ella, se vuelve una prioridad.
El Banco Mundial resume con claridad al señalar que: “el impacto en el empleo dependerá de si la IA sustituye o complementa a los trabajadores, y la política fiscal, los incentivos y las regulaciones pueden influir en ello”. En este sentido, el papel del Estado resulta determinante. Invertir en infraestructura digital, educación técnica y programas de reentrenamiento profesional será clave para evitar que la brecha tecnológica se profundice.
La IA no es un destino inevitable, sino una herramienta poderosa. Su capacidad para generar nuevos y mejores empleos dependerá de cuán preparados están los profesionales y de qué tan comprometidas están las universidades y los gobiernos con la formación continua. Apostar por la actualización permanente es, hoy más que nunca, la base para construir un futuro laboral inclusivo, innovador y sostenible.
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